Sábado 18 de agosto, Cachemira.
No fue una decisión fácil de tomar, tampoco extremadamente difícil, simplemente era algo que tenía que reflexionar bien. La disputa territorial que enfrenta a India y Pakistán por su control ha hecho de la región de Cachemira una zona de conflicto en la que la falta de seguridad y los abusos a los derechos humanos (todavía más), están a la orden del día.
Mucha gente me había recomendado no ir a esta región, sin embargo, la mayoría de los locales me comentaban que era una de las regiones más bonitas de los Himalayas y que bien merecía la visita.
A pesar de todos los infortunios que he sufrido durante el viaje, decido ir a solicitar el permiso para acceder a la zona.
«No es demasiado complicado, solamente se trata de €€€, pero es algo necesario si no queremos que nos detengan en el primer control militar que nos encontremos (y nos vamos a encontrar unos cuantos)».
Mi objetivo es llegar mañana alrededor del mediodía a la capital de Cachemira, Srinagar, sobre la que he escuchado que tiene una maravillosa flotante; la cual no me quiero perder.
Las primeras horas de conducción son todo un placer, carreteras desiertas (y asfaltadas) que atraviesan las increíbles montañas del valle de Cachemira. Montañas que el agua, el viento y la nieve han erosionado convirtiendo todo el valle en una especie de paisaje lunar.


115 km después, en medio de la nada, me llama la atención algo que destaca en medio de las montañas: una gompa budista que parece coronar una pequeña aldea.
-Acabo de llegar a “Lamayuru”.

A parte del bonito monasterio, de buscar sin demasiada suerte una gasolinera y de lo pintoresco del lugar, no hay nada más que me interese allí.
Relleno el depósito de gasolina con la única garrafa que me queda viva (la que tuve que comprar en la ruta de “Manali”) y decido seguir la ruta aprovechando las máximas horas de luz posibles.
-Quiero hacer noche en “Kargil” y todavía tengo un puerto de montaña que atravesar.
Es “divertido” conducir solo por un país extranjero, en mitad de zonas despobladas y sin GPS ni mapa. Digo “divertido” porque me gusta ser optimista e intentar ver las cosas de la mejor manera posible. Sin embargo, los ratos que pasas perdido (dando vueltas, yendo, viniendo…) solo son divertidos hasta que te das cuenta de que estás malgastando gasolina y horas de luz…
Llego al puerto de Fotu-La (4.147m), dejo atrás los espectaculares valles de paredes altas y verticales para remontar este puerto de arenisca, que prácticamente se ha comido la carretera.
-Ahora me alegro de haberle puesto la rueda nueva a la Royal Enfield.
Disfruto, tanto el ascenso como el descenso, como hacía tiempo que no disfrutaba conduciendo una moto. Me vienen a la memoria mis años con moto de carretera, me vengo arriba y pongo el modo kamikaze-on -al fin y al cabo, la carretera es mía y la experiencia onírica vivida en el templo de Hemis me dice que nada me puede pasar-.
La vista desde la cima es increíble:

Para bajar el puerto, y dado quevoy bastante justo de gasolina, decido poner punto muerto, apagar la moto ydejar que la ley de la gravedad haga su efecto…
«Durante los 35min que dura la bajada, me siento en paz. Solo en mitad de la naturaleza. No se escucha ni un ruido (ni siquiera el del motor al estar apagada la moto). Estoy disfrutando de la conducción. No necesito nada más, este momento es mío».
Me encuentro con el primer control militar de la zona de Cachemira. A simple vista se aprecia que ya no es la simple burocracia de la zona de Ladakh. Tras un rato comprobando toda mi documentación y el permiso de entrada a Cachemira, me indican la dirección a tomar hacia “Kargil” y me dejan continuar.
Se empieza a hacer de noche justo cuando aprecio las luces de Kargil en algún punto del valle – todas las veces que me he perdido ahora están pasando factura-, por suerte hace buen tiempo y no nos separan más que unos kilómetros de carretera recta.
Llego justo a la hora de la oración y escucho el canto del imán recitando el Corán a través de los minaretes de la mezquita. El canto y la arquitectura árabe de la zona me hacen sentirme “en zona segura”. Puede parecer raro lo que acabo de decir, pero, tras varios años trabajando y visitando países árabes, esta es la sensación que le despierta a mi instinto.
No tardan en acercárseme dos chavales con una motillo para ofrecerme alojamiento. Sin ni siquiera parar la moto, vamos conduciendo por las calles de “Kargil” y negociando el precio y las condiciones a la vez, me parece bien lo que acordamos y decido pasar la noche en su pensión
-Es de noche, estoy cansado y no me apetece “marear”.
Me despierta sutilmente de nuevo la oración del amanecer, buen momento para preparar la mochila y ponerme en marcha… a por la siguiente etapa!!
