Somos una empresa joven de aficionados al mundo de las motos, nos dedicamos a la fabricación y transformación de motos a medida.
Es un hobby, es una pasión, para nosotros esto no es un negocio es más que ello, es algo PERSONAL!
Si alguna vez has soñado algo, nosotros podemos hacerlo realidad, "If you can dream it, we can do it!”
@mtstmorcycles
Este post lo voy a empezar desde el final. Voy a narrar mis últimos momentos en la India y por qué decidí, en contra de mi propio ego, tirar la toalla y terminar mi viaje casi 10 días antes.
Me encuentro
en Delhi, devolviendo la Royal Enfield en la casa de alquiler. Mientras revisan
la moto, con un detalle más propio de MotoGP que de un taller indio (ojalá las
revisaran con el mismo ahínco cuando las recoges), busco como un loco en
SkyScanner un vuelo para ese mismo día a “cualquier parte” que me saque del
país.
«Creo que he debido batir algún tipo de récord, he recorrido las 22h de distancia (ya sabéis que en la India no sirve de nada medir las distancias en km) que separa Srinagar de Delhi en poco más de dos días… «
Todo empezó cuando al salir de Srinagar, cuando la calma de los Himalayas se convirtió de nuevo en el estrés y el caos de la India. Coches y más coches por todas partes. Gente, gente y más gente. Pitidos de claxon incesantes que se me vuelven a incrustar dentro de la cabeza. Y accidentes. Accidentes de todo tipo: atropellos de personas, de animales, choques con camiones, autobuses volcados… Hasta yo mismo acabé empotrando la Royal Enfield contra el coche de un Kamikaze que estaba dando la vuelta dentro de un túnel sin iluminación para un solo sentido; por suerte, y gracias a mis reflejos, conseguí que apenas quedara en un golpe sin consecuencias.
Mi plan era seguir hacia Jaipur y contemplar los espectaculares palacios rosas de la ciudad, bajar al Taj Mahal y deleitarme con la mayor obra realizada por amor -según dicen-, para después terminar en Varanasi y mirar a la muerte a los ojos en el rio Ganges. -Sin embargo, nada de esto va a ser necesario.
Tras convivir (y convivir a modo literal, nada de verlas pasar desde grandes hoteles y excursiones organizadas) durante tres semanas con esta gente y haber podido comprobar la falta de humanidad con la que se tratan aquí las personas, el total y absoluto desprecio con el que tratan a las mujeres y el gran engaño al respecto de la “espiritualidad” de este país, pierdo toda ilusión y desestimo el proseguir hacia esos destinos que antes estaba ávido por descubrir. Ahora mismo me parece más que el Taj Mahal fue una oda al narcisismo de quien lo mandó construir que cualquier cosa relacionada con el amor. Los palacios rosas, se me tornan un simple monumento como cualquier otro que haya visto antes. Respecto a la muerte, no he necesitado ir a Varanasi para poder verla por todas partes…
Mi reflexión final sobre esta aventura:
Viajar solo te da la oportunidad de recorrer el mundo aplicando todo lo que has aprendido en la vida para solucionar los problemas que te van surgiendo.
Tú tomas todas las decisiones y, por ello, tú eres el único responsable de todo. Nadie a quien culpar, nadie en quien apoyarse, solo tú, tu moto y el camino que has elegido seguir.
Hay pros y contras -como en todas las decisiones de la vida- pero yo elegí este camino para vivir esta experiencia de libertad. Libertad para experimentar, libertad para elegir, libertad para vivir.
Nadie va a estar ahí para motivarte en los malos momentos, debes de ser tú mismo quien te motive a seguir cuando no te quede otra opción. No te preocupes, ese momento llegará y entonces te darás cuenta de que no necesitabas nada más, te darás cuenta de lo que eres capaz, te darás cuenta de quién eres.
Domingo 19 de agosto, Srinagar: Vamos a la
ciudad flotante
Si tuviera que definir de alguna manera la región de Cachemira hoy en día, lo haría diciendo que es un lugar en el que todo el mundo está esperando a que algo pase, y nada pasa (por suerte). A lo largo de los años he visitado muchos países y regiones en “estado de alerta” donde encuentras controles militares y policiales por todas partes, donde no puedes salir solo si no vas acompañado por un local de confianza, e incluso donde tienes que ir con escolta. Sin embargo, esto es diferente. Esta es una región en conflicto abierto, es decir, estas en medio de una zona donde están los militares desplegados por todas partes en posición de combate, pero no hay combate. Te encuentras soldados atrincherados por las calles, escondidos en las esquinas, francotiradores posicionados en los tejados, carros de combate en los cruces de las carreteras, serpentinas en cualquier camino…
Es bastante “estresante”. Parece que en cualquier momento vayan a empezar a caer bombas y se vaya a liar todo el mundo a disparar… y sin embargo nada pasa.
En Srinagar vuelvo a notar que los Himalayas han quedado atrás, estoy en la India. El caos, el tráfico, la contaminación… -Se me había olvidado todo esto. Lo único que me interesa de aquí es su ciudad flotante, así que apuro para llegar allí lo más rápido posible.
La ciudad flotante es un oasis de calma y tranquilidad que se encuentra en un gran lago al norte de Srinagar. Los astutos ingleses, ante la prohibición de poder establecer residencias en tierra firme durante la época colonial, decidieron construir estas “casas flotantes” que más tarde terminaron convirtiéndose en esta peculiar ciudad que todavía hoy se mantiene.
Llego allí cerca del mediodía. Aparco la Royal Enfield, descargo mi mochila y me acerco al muelle a negociar el lugar donde me alojaré hoy. No tardan en acercárseme varias personas, con fotos en la mano, ofreciéndome montones de casas flotantes como “pensión”. Hace días que no veo a ningún turista -y no me extraña-, por lo que no me es difícil rebajar el precio y acabar consiguiendo una buena oferta con comida incluida. Así que echo mi mochila y me monto en la “shikara” que me va a llevar a mi “casa flotante”.
Tengo que admitir que el lugar me sorprendió gratamente, grandes barcos, convertidos en residencias flotantes, se encuentran amarrados creando una especie de zona residencial. Alrededor, solo pequeñas barquitas «shikaras» que conectan una zona del lago con otras.
Ni que decir tiene el silencio, la calma y la tranquilidad que se respiran en el lugar.
Paso la tarde descansando el porche del barco, bebiendo chai, escribiendo en mi diario y hablando con el padre de familia. Me comenta que está contento de recibirme en su casa, para él es un placer poder mostrar cómo viven, su cultura y su pensamiento a alguien de fuera. Se muestra apenado por la situación que vive la región, -no es bueno para nadie- dice.
«Antes venían muchos turistas por aquí, teníamos hasta españoles que nos visitaban y compraban mucha lana de Cachemira, ¡decían que era más barato que en el Corte inglés! Ahora hace más de 30 años que no veo a ninguno, creo que tú eres el primero desde entonces… Aquí ya solo vienen los propios indios de vacaciones, y algún que otro turista asiático».
Por la tarde le pago a un barquero para que me dé una vuelta por la zona. Pasamos por los jardines de nenúfares (lástima que no estén en flor!). Me lleva a visitar el curioso mercado flotante, donde se te van acercando mercaderes en sus pequeñas barquitas para venderte casi cualquier cosa.
Mientras me enseña a “manejar” la shikara, me cuenta su vida. Como tuvo que irse a trabajar a GOA a hacer dinero en las zonas turísticas de la India para ayudar a pagar la dote de la boda de su hermana, y como ha tenido que volver ahora para contraer el matrimonio convenido que le ha organizado su familia. Me pregunta si estaré allí en Enero y me invita a asistir a su boda…
-Es un chaval bastante majo, me llama la atención que es más joven que yo y aparenta 10 años más viejo.
Terminó la
tarde tumbado en la barca viendo el atardecer. Es un momento de esos en los que
echas de menos no tener al lado a una persona especial con quien compartirlo…
No fue una decisión fácil de tomar, tampoco extremadamente difícil, simplemente era algo que tenía que reflexionar bien. La disputa territorial que enfrenta a India y Pakistán por su control ha hecho de la región de Cachemira una zona de conflicto en la que la falta de seguridad y los abusos a los derechos humanos (todavía más), están a la orden del día. Mucha gente me había recomendado no ir a esta región, sin embargo, la mayoría de los locales me comentaban que era una de las regiones más bonitas de los Himalayas y que bien merecía la visita. A pesar de todos los infortunios que he sufrido durante el viaje, decido ir a solicitar el permiso para acceder a la zona.
«No es demasiado complicado, solamente se trata de €€€, pero es algo necesario si no queremos que nos detengan en el primer control militar que nos encontremos (y nos vamos a encontrar unos cuantos)».
Mi objetivo es llegar mañana alrededor del mediodía a la capital de Cachemira, Srinagar, sobre la que he escuchado que tiene una maravillosa flotante; la cual no me quiero perder.
Las primeras horas de conducción son todo un placer, carreteras desiertas (y asfaltadas) que atraviesan las increíbles montañas del valle de Cachemira. Montañas que el agua, el viento y la nieve han erosionado convirtiendo todo el valle en una especie de paisaje lunar.
115 km después, en medio de la nada, me llama la atención algo que destaca en medio de las montañas: una gompa budista que parece coronar una pequeña aldea. -Acabo de llegar a “Lamayuru”.
A parte del bonito monasterio, de buscar sin demasiada suerte una gasolinera y de lo pintoresco del lugar, no hay nada más que me interese allí. Relleno el depósito de gasolina con la única garrafa que me queda viva (la que tuve que comprar en la ruta de “Manali”) y decido seguir la ruta aprovechando las máximas horas de luz posibles.
-Quiero hacer noche en “Kargil” y todavía tengo un puerto de montaña que atravesar.
Es “divertido” conducir solo por un país extranjero, en mitad de zonas despobladas y sin GPS ni mapa. Digo “divertido” porque me gusta ser optimista e intentar ver las cosas de la mejor manera posible. Sin embargo, los ratos que pasas perdido (dando vueltas, yendo, viniendo…) solo son divertidos hasta que te das cuenta de que estás malgastando gasolina y horas de luz…
Llego al puerto de Fotu-La (4.147m), dejo atrás los espectaculares valles de paredes altas y verticales para remontar este puerto de arenisca, que prácticamente se ha comido la carretera. -Ahora me alegro de haberle puesto la rueda nueva a la Royal Enfield.
Disfruto, tanto el ascenso como el descenso, como hacía tiempo que no disfrutaba conduciendo una moto. Me vienen a la memoria mis años con moto de carretera, me vengo arriba y pongo el modo kamikaze-on -al fin y al cabo, la carretera es mía y la experiencia onírica vivida en el templo de Hemis me dice que nada me puede pasar-.
La vista desde la cima es increíble:
Para bajar el puerto, y dado quevoy bastante justo de gasolina, decido poner punto muerto, apagar la moto ydejar que la ley de la gravedad haga su efecto…
«Durante los 35min que dura la bajada, me siento en paz. Solo en mitad de la naturaleza. No se escucha ni un ruido (ni siquiera el del motor al estar apagada la moto). Estoy disfrutando de la conducción. No necesito nada más, este momento es mío».
Me encuentro con el primer control militar de la zona de Cachemira. A simple vista se aprecia que ya no es la simple burocracia de la zona de Ladakh. Tras un rato comprobando toda mi documentación y el permiso de entrada a Cachemira, me indican la dirección a tomar hacia “Kargil” y me dejan continuar. Se empieza a hacer de noche justo cuando aprecio las luces de Kargil en algún punto del valle – todas las veces que me he perdido ahora están pasando factura-, por suerte hace buen tiempo y no nos separan más que unos kilómetros de carretera recta.
Llego justo a la hora de la oración y escucho el canto del imán recitando el Corán a través de los minaretes de la mezquita. El canto y la arquitectura árabe de la zona me hacen sentirme “en zona segura”. Puede parecer raro lo que acabo de decir, pero, tras varios años trabajando y visitando países árabes, esta es la sensación que le despierta a mi instinto. No tardan en acercárseme dos chavales con una motillo para ofrecerme alojamiento. Sin ni siquiera parar la moto, vamos conduciendo por las calles de “Kargil” y negociando el precio y las condiciones a la vez, me parece bien lo que acordamos y decido pasar la noche en su pensión -Es de noche, estoy cansado y no me apetece “marear”.
Me despierta sutilmente de nuevo la oración del amanecer, buen momento para preparar la mochila y ponerme en marcha… a por la siguiente etapa!!
La ruta desde Leh hasta el lago Pangong es de apenas 223km, sin embargo, esto en el Himalaya se convierte en alrededor de 6,5h… El camino es bastante agradable, gran parte está asfaltado y las zonas que no lo están no son demasiado difíciles (al menos después de la ruta desde Manali). Sobre el medio día cruzo el paso de Chang-La (5.400m) y esta vez la altitud no me afecta tanto, aunque no puedo decir lo mismo de mi moto… la falta de aire hace que el carburador no trabaje bien y se convierte muy complicado controlarla. Hace buen día y buena temperatura y no me cuesta demasiado cruzarlo. Una vez bajando, aprovecho para parar a comer algo en un pequeño puestecito de carretera. -No puede faltar mi ya tradicional tortilla de pan y mi plato de arroz blanco-.
Poco después de bajar el puerto de montaña ya se empieza a apreciar de lejos el lago, a 4.000m de altura encuentras una inmensa masa de agua de 130km de largo en la que se ven reflejadas las áridas montañas que lo rodean, regalando un paisaje espectacular que es difícil no parar a fotografiar.
Llego al lago sobre las 15h de la tarde e inmediatamente busco un zona civilizada para informarme un poco sobre dónde puedo acampar. La zona civilizada se trata de poco más que 4 «casas» y una serie de campamentos turísticos a los que los tour-operadores llevan turistas en masa… -Esto no es para mí-.
Me voy para una zona más remota del lago donde poder acampar tranquilamente y sentir la grandiosidad del lugar: el lago, las montañas, mi tienda de campaña y mi moto… no necesito nada más para hacer el momento perfecto. O quizás sí; pero, de cualquier modo, nada que me puedan ofrecer los campamentos para turistas. Es todavía de día y sin embargo hace ya bastante frio, así que una vez preparada la zona y montada la tienda me voy a buscar leña para poder preparar una hoguera más tarde. No puede haber un buen campamento sin una buena hoguera.
Tan solo dos horas después de llegar, me he convertido en la atracción local «El pirado de la moto acampado en la orilla del lago». Algunos locales vienen a verme y simplemente pasan silenciosos a mi lado. Otros, ávidos por matar la curiosidad, me hacen todo tipo de preguntas: de donde vengo, cómo he acabado ahí, cual es mi historia… otros vienen consus niños y me piden hacerme fotos con ellos. De normal soy una persona bastante reservada -aunque en ocasiones no lo parezca- y este tipo de situaciones me produce más incomodidad que otra cosa. Sin embargo, la mezcla de naturalidad, curiosidad y buena fe de la gente que viene a verme, hace que el momento sea agradable.
Hace bastante frio, mucho más que de normal, y el cielo se está empezando a poner gris… -No estoy muy seguro de si acampar aquí, a lo salvaje, ha sido tan buena idea-.
Se me ocurre coger la moto e ir a negociar a los campamentos, quizás pueda conseguir algo para el frio. Tarea difícil, 3 campamentos me rechazan directamente, 2 me dicen que no pueden prestarme nada puesto que están con el material justo y 1 me ofrece dormir allí por el módico precio de 150€!! Al final consigo que en el último campamento me “alquilen” una manta, solamente me toca dejar 50€ de fianza y marcarle en un mapa la zona donde estoy acampado. -Tranquilos, no tengo ninguna intención de fugarme con la manta… XD
Llega la noche y me siento una especie de “Lucky Luke”, en un recóndito rincón de las montañas del Himalaya, acampado en la orilla de un solitario lago y calentando mi cena en una hoguera… ¿no suena idílico?
El romanticismo del momento dura hasta que empieza a llover, y además cada vez hace más frio. Paso la noche como puedo. Duermo con toda mi ropa puesta, más el saco, más la manta que he alquilado, y aun así me cuesta conciliar el sueño por culpa del frio. El sueño; la incesante lluvia que cae durante la mayor parte de la noche me hace tener todo tipo de pesadillas sobre inundaciones… y mi tienda, mi moto y yo en el rio… Aún así, todo vale la pena solamente por ese amanecer, por abrir la tienda y deslumbarme por la grandiosidad del lugar en el que me encuentro.
Hace un frio que pela, salgo de la tienda y me encuentro todas las montañas nevadas, prácticamente hasta el nivel del lago ¡con razón tenía tanto frio! Viene mi “amigo” a buscar su manta, me comenta que estaba preocupado por la dura noche que habíamos pasado -lo que no tengo claro es si está preocupado por mí o por su manta-. No solo le devuelvo su manta, sino que además acabo vendiéndole mi tienda de campaña. Creo que ya he cubierto el cupo de aventuras y además necesito ir aligerando equipaje. -Se acabaron las acampadas gitanas-.
Vuelvo rumbo a Leh, no para permanecer allí sino para ir a hacer las gestiones para conseguir el permiso necesario para la región de Cachemira. En la vuelta lo paso especialmente mal durante las primeras horas a causa del frio. El termómetro de la Royal Enfield marca 4º a nivel del lago… temperatura que llega a -3º en la parte alta del paso de montaña ¡y estamos a mitad de agosto!
Si no fuera por el frio y la sensación de congelamiento que sufrí en los pies durante gran parte del trayecto, podría decir que el trayecto fue divertido.
Nunca había conducido en moto sobre nieve, sin embargo, después de las sesiones de barro que he tenido durante el viaje, tampoco es tan diferente.
Jueves 16 de agosto, Valle de Nubra o Lago
Pangong?
Podría escribir un post entero solamente para describir Leh, sin embargo, me limitaré a hacerlo solo con una palabra: PAZ. En mitad de ninguna parte y en medio de todo. Perdida en mitad de las montañas del Himalaya, esta preciosa ciudad alberga una mezcla de culturas y religiones difícil de encontrar en ningún otro lugar. La antigua capital del reino de Ladakh se ha convertido hoy en día en el epicentro del budismo, siendo considerada la capital del Tibet indio y contando ya con más monjes budistas que el propio Tibet. Los monjes tibetanos, huyendo de la represión del gobierno Chino al Tibet, cruzaron la frontera y se refugiaron en estas montañas creando así este pequeño oasis budista en medio de una zona dividida entre hinduistas y musulmanes. Sin embargo aquí todos conviven en su día a día, aquí no conocen de conflictos, aquí solo se respira paz. Perderte por sus callejuelas y descubrir cada uno de sus rincones es un auténtico placer.
-No hay nada mejor que viajar sin plan, si te gusta un sitio te quedas, sino te vas. Así de simple-.
He pasado un par de días “recuperándome” prácticamente sin salir del hostel. El rebajar un poco el nivel de altitud junto con las pastillas que me dio el medico, ya empieza a dar resultados. Allí, en el hostel, he conocido a una pareja de alemanes a quienes el relato de la parte bonita de mi ruta les ha despertado el “mono” de alquilar una moto y vivir la aventura -Parece que no soy el único loco-. Sin embargo, tras escuchar cómo me piden si les puedo enseñar a llevar la moto antes porque hace mucho tiempo que no cogen una, les recomiendo mejor alquilar un scooter y pasear por las inmediaciones de Leh, la ruta es muy dura y me jodería que les pasara algo por mi culpa…
-Nunca me hagáis caso si os llego un día contando uno de mis descabellados planes… por muy convencido que parezca estar…-.
Ayer me desperté a las 5am con un canto de oración que venía del monasterio de arriba de la montaña. No hay nada como sentarte a escribir en tu diario en una terraza, tomando un café calentito, escuchando los cantos del monasterio mientras empieza a asomar el sol por las montañas.
Tras desayunar, me subo de nuevo a la Royal Enfield (esta vez sin equipaje) y decido salir a visitar los templos de las montañas más alejadas de LEH -los cantos me habían animado de nuevo-. El día lo dedico a visitar el Palacio de Leh, el templo de Shey y los monasterios de Thiksey y Hemis. Cada cual de ellos es más bonito y especial que el anterior. Antiguos, tranquilos, semi-desiertos, frios… Conforme vas descrubriendo su interior, vas encontrando a los monjes rezando en diferentes salas, mientras, de fondo, escuchas a uno de ellos tocar un pequeño timbal cantando una de sus oraciones desde algún rincón del monasteri. Solo tienes que seguir el sonido a través de los estrechos y oscuros pasillos, hasta encontrarlo, sentarte en el suelo – delante suya- y dejarte llevar por el encanto y el misticismo del momento. Una experiencia onírica.
Después del chute de energía del templo de Hemis, decido que es momento de dejar Leh y seguir el camino. Ahora la pregunta: ¿Dónde vamos? Había escuchado hablar a mi amigo Jorge Verdeguer, quien lo había visitado en uno de sus paseos (sí, esto son paseos paraun tío que ha subido 2 veces el Everest), de las bondades del valle de Nubra. También me habían hablado del lago Pangong, un lago de más de 100km de área y que hace de frontera entre India y China. Ambas opciones parecen buenas y no sé qué hacer. Decido preguntarle al amigo de la recepción, quien me sugiere que haga vaya hacía el lago Pangong: -Es mucho más natural, “salvaje” y la ruta además es más bonita. Hay incluso campamentos de para acampar cerca del lago-. -Tengo mi propia tienda- le digo. -No sé si te dejarán, tendrás que irte a una zona alejada o a la orilla del lago, pero allí no tendrás nada, estarás solo-.
Me acabas de convencer hermano, Mañana salimos para Pangong!!
Salgo temprano en ruta, ya queda menos para llegar a LEH. En teoría me debería quedar un día, mas por el tiempo que perdí ayer, todavía tendré que hacer noche hoy por el camino.
Hoy me encuentro un poco “raro”. No he podido dormir muy bien, la cabeza me funciona como “ralentizada” y el dolor de cabeza es bastante molesto. La belleza del camino hace que me disperse un poco del malestar. Hace un par de días que no llueve y el cielo luce de un azul bien bonito. De vez en cuando paso algún bonito arco budista. Las banderillas tibetanas decoran las montañas dándole un aire “místico” al lugar -ayuda bastante el hecho de que puedes estar horas conduciendo sin encontrarte a nadie-.
Toca cruzar ahora el puerto de “Taglang La” (5.359m) el segundo puerto de montaña circulable más alto del mundo. A medida que lo voy subiendo me voy encontrando peor. Parece que mi moto además empatiza conmigo, cuanto más subimos, peor funciona. Es problema de la altitud y falta de oxígeno, el carburador no consigue hacer bien la mezcla de aire/gasolina y la moto se ahoga y petardea. -Vamos, como yo. ahora mismo…
Cuando estoy arriba paro a hacer una foto rápida y la sensación es muy “extraña”:
“Me siento como si fuera borracho, el cerebro mefunciona a cámara lenta, estoy tan mareado que incluso veo mal y hacer cualquier cosa me supone un esfuerzo extraordinario”.
Al descender me encuentro con unos niños que me saludan felizmente con la mano. -Chute de energía.
Encuentro otro cuartel en el camino y no dudo en parar, -me encuentro fatal como para conducir-. La suerte de estar en una zona militarizada es que, al menos, te aseguras de que de vez en cuando te encontrarás a alguien. El médico del cuartel me dice que estoy jodido con el mal de altura, esa zona está a 4.800m: – ¿Has hecho los periodos de aclimatación a la altitud? ¿bebes mucha agua? ¿estás comiendo bien? – ¿Periodos de qué…? No tengo hambre últimamente y, ahora que lo pienso, apenas estoy comiendo 1-2 veces al día…
Unas pastillas, unos sobres para rehidratarme y un par de días de reposo. Listo.
Conduzco un poco más, justo hasta llegar a una zona donde encuentro a los obreros de la carretera acampados. Decido que lo mejor es acampar yo también acampar allí, con ellos. En estos momentos son en los que realmente te sientes solo. En los que echas de menos la compañia de alguien. En los que necesitas a alguien que te ayude, pero allí no hay nadie. Me viene a la cabeza una frase que me decía siempre mi «señorita» en el colegio: -Matas, oyes pero no escuchas…
Estoy hecho polvo pero no consigo dormir. Hace frío. Me tengo que levantar aponerme más ropa, solo con el saco no es suficiente…
«He pasado la noche fatal, nunca imaginé que el mal de altura fuera tan molesto».
Por fin es de día. Tengo dos opciones, quedarme allí, retorciéndome en la tienda, un día más o seguir hasta LEH, que solo está a unas cuantas horas y además a menor altitud…
Decido al menos intentarlo. Si me encuentro mal, pararé en cualquier sitio y volveré a acampar -puto cabezón-. Recojo como puedo el campamento y hago un esfuerzo para tomarme mi ya típico desayuno indio, café y tortilla de pan de molde:
Toca montarse de nuevo a la Royal Enfield y seguir. A duras penas me pongo en marcha. Por suerte, esta parte del camino está en perfectas condiciones: no hay puertos de montaña, esta asfaltada, sin rocas, sin ríos… Unas horas conduciendo y disfrutando el paisaje nuevamente. Lo que más me llama la atención es como se ha ido transformando desde que llegue a Manali. Al inicio eran todo bosques y pinadas, que poco a poco fueron cambiando hacia montañas verdes y poco pobladas de árboles. El verde dio paso al marrón y todo se fue tornando más árido hasta que, casi sindarme cuenta, era todo un paisaje gris de roca y piedra. Estoy disfrutando tanto de la naturaleza que casi me olvido de mis males.
Cuarta prueba: El programa que tengo en el móvil para GPS (con los mapas descargados) me dice que: “encantado de haberte conocido, si quieres seguir utilizándome conéctate a la web y paga la suscripción de 60$”. -Estoy en mitad de ninguna parte, no hay nadie, la SIM no funciona y el gps medice “va fan culo”. Bien…
Lo bueno de ser un millenial es que tienes lo mejor de ambos mundos, naciste en la era analógica y viviste el cambio al mundo digital. No hay más que seguir la carretera (lo bueno es que solo hay una) e ir preguntando cada vez que llegues a alguna parte. -Vamos, como hacían nuestros antepasados XD.
Empiezo a sentirme mal, y a pensar en parar, cuando veo una señal que me indica que estoy a 40km de LEH. Doy un último apretón, con las energías que me da el pensar en poderdarme una ducha caliente (sí, ya toca) y dormir en una cama, y 1h después llego a LEH. Me siento como se debió sentir Ulises cuando llegó a Ítaca.
-Ahora sí, toca recuperarme. Me he ganado un par de días de descanso.
Sábado 11 de agosto, empieza la ruta de los Himalayas!
Me he tomado un par de días en Manali para descansar, reponer fuerzas y pasear tranquilamente por la zona con mi compañero de habitación “Rafe”. Rafe es un inglés que ha venido a pasar sus vacaciones en la india y hacer la ruta del Himalaya en moto. -Me dice que soy un loco por haber conducido desde Delhi hasta allí en moto. Cuánta razón tiene.
Él, que ya ha hecho parte de la ruta que voy a hacer, me da unos cuantos valiosos consejos. En primer lugar comprarme un buen chubasquero, botas de agua y guantes. Conforme siga subiendo de altitud, cada vez hará más frio y lo voy a necesitar. Además, hay zonas destrozadas queda más remedio que bordearlas atravesando ríos. -Bien, eso parece retador e interesante!
Rafey yo nos cambiamos las motos un par de días, me apetece la tranquilidad de una clásica (morriña de mi Harley) y a él le apetece probar una Trail. Eso sí, antes aprovechamos para pasar al taller a poner de nuevo a punto las motos. Mi moto, despuésde la odisea del otro día, necesita un cambio de bujías y engrasarle la cadena. La suya, que le limpien los filtros.
Momento de despedirme y de seguir mi ruta. Consejo final de Rafe: “Necesitas un par de bidones de gasolina, y llevarlos siempre llenos, una vez te adentres en las montañas ya no hay gasolineras en 370 km”.
Vuelvo a disfrutar de la conducción. Gracias a la equipación, la lluvia ya apenas me molesta, las carreteras no son muy transitadas y se puede disfrutar de las curvas. Además el paisaje, bosques verdes con inmensas pinadas y caídas de aguaque embellecen el lugar haciendo que la ruta se convierta en un paseo por la naturaleza. Paro varias veces a tomar fotos de las vistas, a respirar el aire puro y a cerrar los ojos para «simplemente» sentir el silencio del lugar.
El primer día apenas recorreré los 144km que separan Manali de Keylong, lo cual me llevará aproximadamente 6h. Una única ruta que asciende lentamente por las montañas, ya peladas de vegetación, que conducen al paso de “Rothang La” (3.978m), nombre cuya traducción literal significa “montón de cadáveres”. -Prefiero no saber por qué.
La subida al puerto de montaña es “entretenida” debido a que me cruzo con un convoy de vehículos militares que bloquean media montaña. Aunque no para mí..
Voy “ratoneando” como puedo con la moto y me escabullo entre los huecos para no tener que estar allí parado esperando.
Llego a Keylong temprano y busco un “hotel” agradable donde pasar la noche. – Hoy ha sido un buen día.
Me he levantado con una ligera sensación de mareo y un dolor extraño de cabeza. Desayunando en un lugar cercano, conozco a un variopinto grupo de europeos que han alquilado un Jeep y un guía para hacer la ruta hasta Leh. Hacemos buenas migas e inmediatamente me invitan a que me una a ellos para no hacer el camino solo. Desafortunadamente el ritmo de una moto y de un Jeep son distintos, y a mí no me apetece esperarles cada vez que se pare el tráfico por un convoy… Acordamos encontrarnos directamente por la noche en la siguiente parada y tomar algo juntos. Su guía “Sani”, un fumeta simpático y agradable, me da su telefono «just in case» y me dice que no debería hacer esa ruta solo:
-Es complicada,deberías venir con nosotros, contratar un guía o unirte a otro grupo de motos.
De nuevo estoy disfrutando de la conducción. La ruta te pone a prueba constantemente, curvas de “Scalextric”, zonas de piedra, zonas off-road, zonas en las que te encuentras un mix de todo… y ríos. Era la primera vez que cruzaba un río en moto. Hasta entonces solo lo había visto en vídeos y me parecía una pasada. – Ahora lo puedo confirmar, es una pasada-.
Sin embargo, no es nada fácil. Hay zonas en las que te llega el agua a la rodilla,el suelo es inestable (por las rocas) y resbaladizo a la vez, no puedes dejarde acelerar (como se te pare la moto estas jodido) y tienes que luchar contra la corriente a la misma vez. En uno de ellos me encuentro a varios grupos de motos, parados a un lado del rio y los guías cruzándoles la moto de una en una.
A mitad tarde paro de nuevo a contemplar el paisaje y me compruebo la gasolina del depósito… -No queda mucha, toca rellenar.
Tercera prueba: la cara de panoli que se te queda cuando ves que las garrafas se han jodido en algún momento y has perdido TODA la gasolina. -Ese es en uno de esos momentos en los que piensas que deberías haber hecho caso y haber ido en un grupo…
Sigo hacía adelante con la poca gasolina que le queda a la moto y con la esperanza de encontrar a alguien. Unos kilómetros más adelante veo una base militar, ¿salvado? Los militares no me pueden ayudar, puesto que allí solo disponen de reservas de diésel para sus vehículos. No obstante, me indican hacia una dirección donde encontraré una pequeña aldea en la que alguien me podrá ayudar. Cierto,en el micro “asentamiento” al que llamaban aldea encuentro a un hombre que me vende gasolina (a 5€ el litro) y me ofrece dos garrafas en buen estado. ¡Bingo!
El hombre me invita a la “tienda” de su madre para comer algo. Con toda la historia para conseguir gasolina se ha hecho tarde, ya no puedo continuar. La familia me invita a pasar la noche allí y salir por la mañana.
Son las 3am cuando consigo, porfin, llegar al hostel en el que me iba a alojar en Manali -llegar hasta aquí hasido una completa odisea. Beso el suelo de mi habitación, me doy una ducha de agua caliente y me tumbo en el duro colchón de la cama que, en ese momento, a mí me parece que es comotumbarse en una nube.
Hace dos días que emprendía miviaje con una moto que me daba más disgustos que alegrías. Tras el incidente en la “autopista” (y pongo autopista entre comillas porque eso no se puede llamar autopista), fui a buscar un taller en el que me pudieran arreglar la moto. -No pensaba volver a exponerme a una situación así. Encontré un taller que no podía ayudarme con la moto y que me indicó como llegar a otro taller cercano.
Por suerte ese taller era el concesionario Royal Enfield de Chandigarth y allí encontré a gente que consiguió que recobrara la “fe” en los habitantes de esa región de la India.
Después de más de 1,5h desmontandomi moto, limpiando y ajustando el carburador, fijando piezas sueltas y cambiando manguitos a punto de morir, me sorprendieron gratamente al no querer cobrarme. Me dijeron que para ellos había sido un placer poder haber ayudado a un viajero en una situación difícil. ¡Ni si quiera me dejaron darles propina! Me pidieron tomarnos una fotos juntos y me indicaron otro taller donde podía ir a cambiar el neumático, “no se te ocurra seguir hacía Manali así” -me dijeron.
Tras todos los percances de esedía, se me había hecho de noche en mitad de la lluvia monzónica de la India. Era imposible seguir por lo que, en el segundo taller, mientras me cambiaban larueda, pedí que me dejaran usar su ordenador para reservar un hotel en la zona paraesa noche. La tarjeta SIM India que había comprado, para utilizar el GPS y tener cobertura, supuestamente, en todo el país), había dejado de funcionar desde que salí de Delhi. -Me la han vuelto a jugar.
Esa noche llegué al hotel hecho polvo y completamente empapado, conducir bajo el monzón no da tregua, y entonces me encontré una situación “curiosa”: -Disculpe señor, @Booking.com,por error, ha puesto mal las fotos y las descripciones de las habitaciones. Habían puesto en Booking fotos dehabitaciones “de lujo” y luego las habitaciones eran estilo “pensión Manolete”. – ¿Otra vez …? Cabrones.
La mañana siguiente el día amaneció igual que había terminado, lloviendo a raudales. Mi idea para ese día era conseguir llegar hasta Manali. El interior de la India no tenía nada interesante y cuanto antes lo cruce, mejor. Eran las 7am y el GPS marcaba unas 9h de camino. -Bien, será duro, pero vale la pena apretar hoy y ahorrar un día.
El día fue “intenso”, no e sagradable conducir tantas horas bajo lluvia intensa y menos entre carreteras indias. Nada más salir, note que algo fallaba en la moto, al cambiar la rueda trasera me habían doblado una de las pastillas de freno y la moto apenasfrenaba de atrás…
Primer susto: estando parado en un semáforo un coche me da un golpe en el portaequipaje de la moto que casi me tira. El tío, lejos de disculparse, se ríe y sigue como si nada.
Me siento un poco desconcertado.Para los que no hayáis estado en la India, la conducción allí es una total locura. En dos carriles físicos, te encuentras 4 hileras de coches que van sin orden en una dirección y otra. Cientos de motos que van cruzándose entre las diversas hileras de coches, también sin ningún orden. Entre medias, montones de tuc-tuc que van como locos esquivando y empujando todo lo que se encuentran en medio. Finalmente, vacas y gente caminando por todas partes, rozando el atropello constantemente.
Pienso que existe un orden dentro de ese caos y que la gente “sabe lo que hace”. -Ingenuo de mi…
Sobre el medio día encuentro un taller donde consiguen arreglarme el freno trasero. Aprovecho para comer algo. Voy un poco retrasado en horario a causa de la lluvia, pero todavía tengo tiempo de sobra para llegar mucho antes de que se haga de noche. Por suerte había descargado los mapas en el GPS antes de que la SIM dejara de funcionar, no tengo todos los servicios, pero al menos puedo ver un puntito sobre el mapa que me indica donde estoy.
Empiezo a llegar a zona de montañas, el paisaje va cambiando poco a poco y empieza a adoptar un aspecto selvático. Entro al primer puerto de montaña. La conducción allí se vuelve todavía más peligrosa, por una estrecha carretera mal-asfaltada y sin guardarraíles se cruzan coches, camiones y autobuses adelantándose por todas partes; incluso en las curvas sin visibilidad.
Tras un par de sustos, decido no ir en cabeza y dejar que sea un coche con ritmo rápido quien vaya delante, por prudencia. -Creo que si alguna vez he hecho un buen razonamiento ha sido ese.
Curva cerrada, lluvia intensa, camión que de repente aparece de frente adelantando a otro camión sin dejarespacio alguno para esconderse, coche de delante que no consigue frenar a tiempo y se estampa contra camión… por suerte yo si consigo frenar y esquivar al coche y al camión.
Siguiente puerto de montaña, Manali ya está al otro lado. «Voy mal de tiempo, llegaré justo, pero llegaré antes de que anochezca». – Pobre ignorante…
Este puerto de montaña está bastante menos transitado, a esas horas ya se van viendo menos coches, sin embargo, la carretera está en peores condiciones. A mitad de la subida, me encuentro la carretera cortada con una máquina excavadora en medio, quitando rocas. Ha habido un desprendimiento y no se puede pasar hasta que despejen la carretera. Toca esperar un buen rato. -Bueno, por lo menos no llueve.
Una hora después han despejado la carretera y puedo pasar. Voy con mucho retraso, se está empezando a hacer de noche y además empieza a llover de nuevo. -Toca acelerar a tope…
Al inicio disfruto, curvas de puerto de montaña, carretera de tierra ligeramente mojada que permite derrapar un poco manteniendo la tracción, pocos vehículos y gas a tope. Poco después ya no disfruto tanto, está oscureciendo demasiado, cuesta ver y esquivar los agujeros del suelo, lluvia monzónica de nuevo, la moto empieza a patinar constantemente, estoy completamente empapado y tengo frío.
“Lo que vino después fue uno de los momentos más desesperantes de mi vida. Pensaba que no lo iba a conseguir. Tenía ganas de llorar. Eso no iba a servir de nada. Tocaba seguir”.
Completa oscuridad en medio del puerto de montaña. Agua, agua y más agua. No consigo ver más que el estrecho haz de luz de 2m que ilumina mi moto. No hay nadie allí. La carretera se ha convertido en una mezcla de rio/barrizal por la que apenas puedo controlar la moto. Voy a5km/h y la moto me va de lado a lado. Me clavo en los agujeros del asfalto. Estoy a punto de caer, me apoyo en el suelo y el barro cubre mis pies. No distingo ni donde está el borde del acantilado. Estoy temblando de frio. Desesperación, miedo, pensamientos de “no lo voy a conseguir”. -No puedes pararte allí, tampoco puedes volver atrás. Aprieta los dientes y sigue, no pienses, solo sigue.
Horas despues, eran las 3am y lo había conseguido, estaba en Manali.
-Nota mental, nunca dejes que te vuelva a coger la noche por sorpresa…
Martes 7 de agosto, Royal Enfield cargada hasta arriba y gas a topeee!!!
Por fin llegó el momento que tanto había esperado: ajusto en el manillar el soporte para usar el móvil como GPS, monto la Go-Pro en el frontal, ato la mochila y la tienda de campaña a la parte trasera a la moto, pongo en marcha la Royal Enfield y empiezo a sentir el viento en la cara.
No tardas mucho en cambiar el chip de conducción «europea» por el de conducción «sálvese quien pueda», y más te vale que sea así, porque si no estás jodido en la jungla que es la conducción en India. Rumbo al norte hacia «Manali», la puerta de entrada a los Himalayas. Lo que el GPS marca en distancia 600km, se transforman en 17h de tiempo. A esto cuesta acostumbrarse.
Tras los primeros 40-50km la moto empieza a ahogarse y se para. Tengo que llegar hasta el arcén antes de que se detenga si no quiero ser arrollado. – El carburador. Lo sabía.
Espero hasta que el carburador escupa toda la gasolina y, con la única ayuda de un destornillador, vacío la bolla y ajusto el ralentí. La moto vuelve a arrancar. Esperemos que aguante.
Tras unas horas más conduciendo paro a repostar y a descansar un poco en una gasolinera. Aprovecharé para beber un poco de agua, los 42º de temperatura y el nivel de humedad por las nubes hacen que te deshidrates constantemente. Desafortunadamente, en la gasolinera no les quedan botellas de agua para vender. – Vaya.
Unos instantes después aparece el señor con una bandejita y varios vasos de cristal ofreciéndome agua que dice estar «purificada». Una mezcla de sed y educación me hace coger un vaso y darle un pequeño traguito al agua. – Mierda, esto sabe raro…
Segunda»prueba», estoy en una «autopista» en mitad de ninguna parte y la moto vuelve a fallar. -No hay problema, la moto se ha ahogado de nuevo, me apartaré nuevamente al arcén y esperaré a que se vacíe el carburador. Mi estomago me viene dando fuertes pinchazos desde que bebí aquel trago de aguaen la gasolinera… en ese momento me viene a la cabeza un consejo que me dio mi amiga Claudia:
«Si bebes agua «chunga» y te duele el estómago, tómate directamente un antibiótico o acabarás con diarrea». – No me puedo poner malo, no yendo en moto.
Aprovechaba el «parón» obligatorio para abrir la mochila y tomarme el antibiótico cuando de repente se paran dos indios con una moto delante mía en el arcén… «bien, vendrán a ayudarme» – pensé yo…
Situación: un europeo ingenuo en mitad de ninguna parte en el interior de la India, una moto que no arranca parada en el arcén, un montón de objetos de valor enganchados en la moto y dos «espabilados» que no dudan en aprovechar la oportunidad para intentar hacer «su agosto».
Ese momento ha sido uno de los momentos de más rabia e impotencia que he sentido en mucho tiempo. Te están intentando atracar, no puedes huir, no puedes pedir ayuda, no puedes enfrentarlos… y no piensas darles nada.
– La definición de «hacerse el tonto» debería de llevar mi cara anexada desde ese momento.
Lo único quese me ocurrió, fue fingir que no me enteraba de lo que pasaba, hacer como que no entendía ni hablaba inglés y entretanto aprovechar para, con disimulo, cerrar mi mochila y recoger y enganchar todas mis cosas de nuevo a la moto. No tardaron en darse cuenta de mi argucia y en ese momento se empezó a poner la «cosa tensa». En un descuido intenté arrancar la moto, pero esta no quiso darme esa alegría… – Mierda, me sentí como la típica adolescente en una película de miedo, que está dentro de un coche intentando arrancar mientras el asesino está cada vez más cerca de ella.
Tras un poco más de hacerme el tonto, y un momento de enfrentamiento con los indios (que ya se habían puesto en modo agresivo), volví a intentar a arrancar la moto a la desesperada… ¡por suerte esta vez sí arranco! Salté de lado encima dela moto y aceleré a tope montándome por el camino mientras salía de allí.
– Joder, hasta ahora me estaba tomando todo con filosofía pero.. ¿por qué me pasa todo a mí?
19 DÍAS, 2.700KM, 1000 PAISAJES, UNA GRAN AVENTURA Y DOS REALIDADES MUY DISTINTAS
Sábado 4 de agosto, vuelo de Madrid a Nueva Delhi: Llegada a la capital de la India.
Nada más llegar ya se percibe un ambiente diferente: las decoraciones típicas adornando las paredes, los «Hare Krishnas» ataviados con sus túnicas recogen sus equipajes y un ligero aroma a incienso torna acogedor el lugar.
La primera «prueba» que me pone el país, la encuentro cuando una señorita muy educada me dice con amabilidad:
«Señor, su equipaje no ha llegado en este vuelo. Por favor, déjenos sus datos de contacto y le avisaremos cuando aparezca». Bien, que no cunda el pánico, no es la primera vez. Vamos a descansar y mañana será otro día.
-Un par de días en Delhi son suficiente para darme cuenta de que aquello no es como lo había imaginado.
Lo primero que me llama la atención es el «olor», una mezcla de olores a excremento de vaca, polvo, basura pudriéndose en el suelo y humo de tubo de escape envuelven el lugar. No es muy agradable al inicio, pero al final la pituitaria se acostumbra y se vuelve más llevadero.
Tras el olor, una vez voy prestando atención al ambiente, lo siguiente
que me choca es la cantidad de gente «pobre» que encuentro tirados por
el suelo. Puedes haber visto pobreza, pero el nivel de miseria que te
encuentras allí no es comparable a ningún otro lugar que hayas visitado
antes. El tercer sentido que se ve afectado es el oído, el caos de
la ciudad se trasmite a través de los gritos de las personas, los
sonidos de los vehículos y, sobre todo, de los incesantes pitidos de los
cláxones. Todo el mundo allí pita, pero pita incesantemente (como si
eso fuera a cambiar algo) haciendo que se te acaben metiendo los pitidos
en el cerebro.
«Quizás al principio no me de cuenta, pero mis niveles de cortisol van a ir aumentando exponencialmente a medida que esté expuesto a esto…»
Comer es algo emocionante al principio, descubrir cosas nuevas, especias exóticas, picante, mucha comida vegetariana… Veremos qué tal evoluciona esa «emoción» a medida que pasen los días…
Han pasado 3 días, por fin he recibido mi mochila y es el momento de ir a recoger mi @royalenfield y empezar la aventura de verdad: recorrer la India en moto y cruzar los Himalayas y el valle de Cachemira.
El momento de subidón que sentí al recibir todas mis cosas duró justo hasta que fui a recoger la moto que tenía alquilada. La moto estaba completamente hecha polvo: rueda de atrás destrozada, carburador que goteaba gasolina, motor que separaba a ralentí… «No pasa nada señor, la moto está muy bien, es solo que lleva parada un par de días. En cuanto el motor esté caliente, ya funcionará todo a la perfección.» -Me decía el indio mientras movía la cabeza… -Cabrones. Me la están jugando.
Tras discutir un rato con él, y ver que no tenía otra opción más que llevármela o esperarme 3 días hasta que tuviera otra moto disponible, acordamos que me llevo la moto a cambio de que pueda cambiar la rueda trasera y arreglar el motor si tengo algún problema corriendo ellos con esos gastos.