HIMALAYAN ADVENTURE 9/10

Domingo 19 de agosto, Srinagar: Vamos a la ciudad flotante

Si tuviera que definir de alguna manera la región de Cachemira hoy en día, lo haría diciendo que es un lugar en el que todo el mundo está esperando a que algo pase, y nada pasa (por suerte).
A lo largo de los años he visitado muchos países y regiones en “estado de alerta” donde encuentras controles militares y policiales por todas partes, donde no puedes salir solo si no vas acompañado por un local de confianza, e incluso donde tienes que ir con escolta. Sin embargo, esto es diferente. Esta es una región en conflicto abierto, es decir, estas en medio de una zona donde están los militares desplegados por todas partes en posición de combate, pero no hay combate. Te encuentras soldados atrincherados por las calles, escondidos en las esquinas, francotiradores posicionados en los tejados, carros de combate en los cruces de las carreteras, serpentinas en cualquier camino…

Es bastante “estresante”. Parece que en cualquier momento vayan a empezar a caer bombas y se vaya a liar todo el mundo a disparar… y sin embargo nada pasa.

En Srinagar vuelvo a notar que los Himalayas han quedado atrás, estoy en la India. El caos, el tráfico, la contaminación…
-Se me había olvidado todo esto.
Lo único que me interesa de aquí es su ciudad flotante, así que apuro para llegar allí lo más rápido posible.

La ciudad flotante es un oasis de calma y tranquilidad que se encuentra en un gran lago al norte de Srinagar. Los astutos ingleses, ante la prohibición de poder establecer residencias en tierra firme durante la época colonial, decidieron construir estas “casas flotantes” que más tarde terminaron convirtiéndose en esta peculiar ciudad que todavía hoy se mantiene.

Llego allí cerca del mediodía. Aparco la Royal Enfield, descargo mi mochila y me acerco al muelle a negociar el lugar donde me alojaré hoy. No tardan en acercárseme varias personas, con fotos en la mano, ofreciéndome montones de casas flotantes como “pensión”.
Hace días que no veo a ningún turista -y no me extraña-, por lo que no me es difícil rebajar el precio y acabar consiguiendo una buena oferta con comida incluida. Así que echo mi mochila y me monto en la “shikara” que me va a llevar a mi “casa flotante”.

Tengo que admitir que el lugar me sorprendió gratamente, grandes barcos, convertidos en residencias flotantes, se encuentran amarrados creando una especie de zona residencial. Alrededor, solo pequeñas barquitas «shikaras» que conectan una zona del lago con otras.

Ni que decir tiene el silencio, la calma y la tranquilidad que se respiran en el lugar.

Paso la tarde descansando el porche del barco, bebiendo chai, escribiendo en mi diario y hablando con el padre de familia. Me comenta que está contento de recibirme en su casa, para él es un placer poder mostrar cómo viven, su cultura y su pensamiento a alguien de fuera. Se muestra apenado por la situación que vive la región, -no es bueno para nadie- dice.

«Antes venían muchos turistas por aquí, teníamos hasta españoles que nos visitaban y compraban mucha lana de Cachemira, ¡decían que era más barato que en el Corte inglés! Ahora hace más de 30 años que no veo a ninguno, creo que tú eres el primero desde entonces… Aquí ya solo vienen los propios indios de vacaciones, y algún que otro turista asiático».

Por la tarde le pago a un barquero para que me dé una vuelta por la zona. Pasamos por los jardines de nenúfares (lástima que no estén en flor!). Me lleva a visitar el curioso mercado flotante, donde se te van acercando mercaderes en sus pequeñas barquitas para venderte casi cualquier cosa.


Mientras me enseña a “manejar” la shikara, me cuenta su vida. Como tuvo que irse a trabajar a GOA a hacer dinero en las zonas turísticas de la India para ayudar a pagar la dote de la boda de su hermana, y como ha tenido que volver ahora para contraer el matrimonio convenido que le ha organizado su familia. Me pregunta si estaré allí en Enero y me invita a asistir a su boda…

-Es un chaval bastante majo, me llama la atención que es más joven que yo y aparenta 10 años más viejo.

Terminó la tarde tumbado en la barca viendo el atardecer. Es un momento de esos en los que echas de menos no tener al lado a una persona especial con quien compartirlo…